El maltrato

El maltrato, lo digo por lo que se observa en la clínica,
es un acto encubiertamente consentido en muchas ocasiones. 

Como es obvio, uno consiente, en una relación,
cuando obtiene algo a cambio.
Incluso, se oye, por desgracia, que… “hace esto, porque me quiere”. 

Soportar el maltrato, es sufrirlo a cambio de algo:
compañía, huida de la soledad, única atención que se recibe,
saberse –equivocadamente- que uno “importa” a alguien. 

Pero en Psicología, y aquí está lo ácido de la profesión,
uno está obligado a mirar tanto por el maltratador,
por arrastrar un trastorno en su conducta, como por la víctima. 

Ambas tipologías de pacientes se presentan en consulta
buscando, los primeros, corregir sus arranques.
Los segundos, qué poder hacer ante una agresión injusta. 

Y, es entonces, cuando la conciencia propia, la de uno mismo,
entra en crisis, y se pregunta: ¿a quién atender? 

Ambos vienen a pedir consejo
aunque con argumentos y conductas bien dispares. 

El arrepentimiento del agresor es,  se crea o no, sincero,
aunque horas después repita sus airadas actuaciones…
y uno se siente obligado a terminar tratando de entender
por qué la agresión en una pareja
puede ser la sola vía de comunicación,
y por qué quien es agredido percibe, muchas veces,
como amor y cuidado
esta atención tan adversa. 

En fin: un trago nada agradable para nadie.
… serán gajes del oficio.