Todos y cada uno en particular, tenemos una idea de nuestro propio cuerpo y llevamos a cabo una estimación del mismo. El cuerpo se vive como alto o bajo, delgado o grueso, hábil o torpe…pero además, y sobre todo, como bello o feo, atractivo o repulsivo.  También como fuerte o débil, como sano o enfermo…

La importancia de este Self corporal, se percibe.

Uno la percibe cuando tiene ocasión de establecer relación, a veces confrontación, con alguien que le ofrece la imagen, porque la tiene, de un cuerpo antagónico al que se posee; por ejemplo una persona muy alta es presentada a una baja, o una persona muy atractiva, es presentada a alguien que se considera feo/a. Percibimos, y los demás perciben, las diferencias acusadas, y en la cultura actual más aún, porque al cuerpo se le ha hecho significante de muy distintas cosas, pudiendo, como todos sabemos, y en función de la autopercepción que uno tenga de él,  provocar graves patologías.

El  “plano corporal” es sentido por uno mismo, y por los demás sin duda, y nos configura de alguna manera frente a ellos, y por el que nos definimos (o autodefinimos) a nosotros mismos. Ser fuerte o débil,  ya tiene repercusiones en la persona, y puede generar, de hecho genera, trastornos de relativa importancia. Y esto por dos razones:   Porque los demás me saben (fuerte o débil) y porque yo mismo me sé…(fuerte o débil).

Ser una persona sana o enfermiza, también tiene sus significados,  y puede generar, igualmente, complejos de importancia,  y por las mismas razones: porque los demás me hacen saber…(sano ó enfermizo) y porque yo mismo me sé…(sano ó enfermizo).

Obviamos extendernos en lo referente a quien es considerado, o se considera a sí mismo, como bello o feo todo él, o a alguna parte de su cuerpo.