Una relación psicoterapéutica,  no deja de ser una relación “sentimental” que se da entre dos seres humanos, todo lo asimétrica que se quiera y muy diferente a cualquier otra relación.

La frialdad, se me antoja como una impostura que genera distanciamiento, inhibición y, por tanto dificulta ese proceso inverso a la represión que es la expresión,  y que, si no puede darse en el “recinto” del encuentro psicoterapéutico ¿dónde se puede esperar que se produzca?

Por otro lado, la neutralidad es un imposible.

El proceso terapéutico, es un proceso de  DOS  que debe empezar tratando de empatizar (siendo sensible a las sensaciones, ritmos y nivel de desarrollo de funcionamiento de la otra persona), pero también respondiendo con afecto recíproco a los sentimientos del otro.

La sintonía a los afectos de tristeza, miedo, enojo y alegría del paciente crea una atmósfera intersubjetiva que permite ese especial  contacto que buscamos como terapeutas, siempre con la intención de cubrir posibles déficits que puedan haberse producido en la biografía de quien nos consulta.

No se puede ser neutral, ante nada.