El ser humano, está siempre situado en su realidad.
Es decir, está instalado de tal modo que todas sus relaciones se concretan en una situación.
Y es sobre esa situación y en ella sobre la que ha de incidir lo que se le proponga.
El terapeuta, esto es obvio, pero no por obvio muchas veces puesto en práctica, tiene que “operar con el hombre que hay, no con el hombre que debiera haber. Y muchas veces el que hay no solo es un ser razonable, sino también irrazonable”.
Todo lo que el hombre hace, emerge de la necesidad.
Hay un carácter necesario de hacer.
Pero las necesidades no son las mismas para todos. Están determinadas por la situación, y las situaciones son heterogéneas, no solo de un hombre respecto de otro hombre, sino del mismo hombre respecto de su antes y de su después.
Cubiertas las necesidad básicas, en un momento determinado lo que hay que hacer – porque necesariamente “hay que hacer” -, ha de ser elegido de entre lo que la situación propone. “Lo que elijo hacer y decido hacer, lo he de hacer en función del aquí y ahora en que me hallo” (de mi situación).
En términos generales, podemos decir que la decisión que el sujeto adopte se va a plantear entre: el hacer lo que debe, y, el hacer lo que no debe. (Deber en el sentido ético de la palabra)
Siempre la decisión tiene este carácter bipolar. Por otro lado, lo que quiera que haya de hacerse, es decir, el hacer que se decida hacer, ha de ser realizable y factible.
Esto es: en todo instante, lo que yo he de decidir hacer, es sobre lo que es posible hacer.
No se puede hacer (empíricamente hablando) sobre una situación imaginada, deseada o anhelada.
“Se está en la realidad de una situación, y hay que hacer sobre la realidad de esa situación”. Es decir: Hay que tomar conciencia de la realidad propia (de mí realidad), de mi aquí y ahora.
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