LA VERGÜENZA: UN SENTIMIENTO SUPERABLE DESDE SU RECONOCIMIENTO ANTE LOS DEMÁS. Nada mejor que remitirnos a la Real Academia y definiciones autorizadas para tener una idea de lo que la vergüenza significa. Así es definida desde esta óptica:

Desde la Real Academia:

“Turbación del ánimo, que suele encender el color del rostro, ocasionada por alguna falta cometida, o por alguna acción vivida como deshonrosa y humillante, propia o ajena.”

 Del diccionario de María Moliner:

Sentimiento penoso de pérdida de dignidad, por alguna falta cometida por uno mismo o por persona con quien uno está ligado, o por una humillación o un insulto sufridos.
Estimación (juicio y puesta en valor) de la propia dignidad.
Encogimiento o timidez que cohíben a una persona en presencia de otras o al hablar con ellas; por ejemplo, a un niño delante de personas mayores. Embarazo que siente una persona en presencia de una situación vergonzosa para otras, de la que ella misma puede ser o no ser causante

En un primer acercamiento, la vergüenza es un sentimiento moral.OTRAS MIRADAS, DESDE LA PSICOLOGÍA AL SENTIMIENTO DE VERGÜENZA:

El individuo puede tener vergüenza de haber obrado mal o de haberse apartado de las normas establecidas por su medio. La vergüenza concierne pues a la moral individual y colectiva, sin tener por eso un carácter religioso. En el plano psicológico remite al ideal y al narcisismo. El yo se halla sometido a evaluación por el Ideal del yo, evaluación que determina el amor propio. El sujeto tiene necesidad de adaptarse a las exigencias de su ideal para sentirse digno de estima. En caso contrario, se vivencia como indigno y se da vergüenza de sí mismo. La autoestima, se ve entonces perturbada por la vergüenza.

En un análisis posterior, la vergüenza es un sentimiento existencial, que concierne al ser mismo de un sujeto “puesto al desnudo”. La vergüenza revela la intimidad de cada ser, su subjetividad profunda. Tiene relación con todo aquello que quisiera ocultar, pero no puede enterrar. El “ser” es descubierto tanto en su cuerpo como en su mente, e incluso en su “alma”.

Por último, la vergüenza es un sentimiento social, que concierne a la identidad del individuo, es decir, aquello que lo constituye como miembro de una sociedad, afirmando a la vez su singularidad y su pertenencia. La vergüenza, desde esta perspectiva lleva al sujeto a romper consigo mismo ante la mirada evaluadora del otro, de los otros, para poder mantener un vínculo, mínimo quizá, con sus iguales.

Es mi opinión la imposibilidad de separación de estos sentimientos expuestos anteriormente, que pienso se solapan y quedan entrelazados constituyendo dicho macro-sentimiento una forma de sentir en la que lo moral, lo social y lo existencial, adolecen de no poder ser separados, salvo para una mejor explicación en la exposición objeto de un trabajo como este. Lo moral-social-existencial, en el sentimiento de vergüenza, conviven sin posibilidad de escisión, estando afectadas las distintas dimensiones de la persona en su experimentación:

La ilegitimidad de la persona.- La existencia de la persona es negada.
La problemática de los padres y su caída como figuras de identificación/idealización.-  No hay figura de identificación… y si la hay, no constituye una figura simbólica de protección frente a la fragilidad de la infancia.
La Inferioridad.- La vergüenza pone a quien la sufre en una posición de “diferente” frente a los demás. Hay una desvalorización de uno mismo, lo que pone a la persona en falta frente a los otros.
La violencia.- Existe una violencia manifiesta, ya física, ya simbólica, y siempre psicológica.
El desgarramiento interior (la herida narcisista).- El sujeto queda roto en sí mismo.  No hay posibilidad de identificación porque no hay opción a identificarse con quien no se puede, no se quiere o no se debe.
La degradación.- La degradación íntima, por no poder conseguir un yo capaz, sino todo lo contrario (un yo mezquino, despreciable frente a uno mismo).
Y por otro lado la degradación pública, frente a los otros, frente a la mirada que juzga de los demás.
Lo no dicho.- La instalación de la vergüenza, porque es indecible.
La inhibición.- Que conlleva la internalización de la de la agresión, que no puede ser descargada, porque sería vista.

Este sufrimiento que se expande a la totalidad del ser, puede manifestarse en diferentes formas de vergüenza, en función de la esfera existencial afectada, y sin que esto quiera decir que solo pueda una de ellas recibir tal afectación. Solo desde una exposición clarificadora, se puede sugerir tal distinción:

Vergüenza corporal:
Allá donde el cuerpo está en falta: cuando uno no es como los otros porque es feo, gordo, sordo, mudo, negro, etc. o porque la indigencia y la segregación, han conducido a la persona a no poder estar limpia (sucio), a desprender mal olor, a estar mal vestido.

Vergüenza sexual:
Aquí se trata del pudor, del malestar que uno puede sentir cuando es descubierto en su intimidad, en su impotencia, en sus insatisfacciones, en sus perversiones. Donde el placer se busca a través de la transgresión de las normas, en lo que, precisamente debería ser objeto de vergüenza.

Vergüenza psíquica:
Materializada en el perder de la autoestima, sentir que ya no se es digno de ser amado, sentirse radicalmente despreciado.

La vergüenza es lo contrario al amor propio: es el odio a sí mismo consecuencia de un desmoronamiento interior en donde el YO deja de ser digno frente a las exigencias del yo ideal.

Vergüenza moral:
Ser descubierto en mentira, en delito, en cobardía, en deshonor. La moral, remite a la interiorización de las normas, a la conciencia y al ideal que lleva a hacerse cierta idea de sí mismo, que puede verse disminuida si es sorprendido en falta con respecto a este extremo.

Vergüenza social:
Cuyo origen tiene como causa el ser estigmatizado a causa de su identidad (ser judío, o árabe, por ejemplo), a causa del color de su piel, a causa de su religión, de su estatus social, etc.

Se trata en este caso de lo simbólico, la imagen de sí mismo que me ofrece la mirada del otro.

Vergüenza ontológica:
Cuando el ser se halla confrontado con lo inhumano, ya sea como espectador o como actor o como víctima.

Vemos en esta relación anterior, como las razones para tener vergüenza son múltiples. Constituyen una experiencia existencial, cada vez que el sujeto se halla confrontado con una mirada exterior que cuestiona y somete a juicio la idea que uno se hace de sí mismo y del “hombre” como referente ideal de la especie humana.

Qué hacer frente a la vergüenza

La psicoterapia, se convierte en un encuentro, en un espacio transicional entre lo psíquico y lo social. Permite, experimentar con otros, frente a otros, interacciones emocionales, relacionales y sociales, sobre todo reviviendo de otra manera, de modo menos brutal, diferentes afectos que habitan el psiquismo de quien sufre, y que son la huella incorporada de violencias humillantes.

Guiando a quien padece este problema hacia el hacerlo público, esto es desvelarlo en grupos de diferentes ámbitos, ayuda a salir de la confusión, a discutir la validez de las normas, a emitir juicios de valor a partir de lo real. Sirve de referente simbólico y analítico permitiendo a los participantes comprender dónde han sido instrumentalizados, humillados, invalidados y dónde han sido sujetos, es decir, llevados a producir su propia vergüenza.

“Confesar” un “secreto” o lo que nos avergüenza en una situación determinada, no tiene nada de malo.

Quien se creía diferente, marcado para siempre, se da cuenta de que los demás son sus semejantes, que ellos también han sido expuestos a violencias humillantes y que el hecho de hablar de ellas, lejos de reforzar el sentimiento de vergüenza, la vuelve a colocar en su lugar, como una experiencia existencial entre otras tantas.