Nadie pone en duda, al menos en lo que a la definición clásica del tiempo se refiere, que nos manejamos entre un pasado, un futuro y un presente, este último, único tiempo que existe, de acuerdo con los patrones de lo físico.

Sin embargo, en la percepción psicológica del tiempo, este se vive de manera diferente.


Somos capaces de vivir lo tres tiempos simultáneamente; es más, en muchas ocasiones el pasado se nos presentiza
de manera inevitable e involuntaria, y se hace con nuestro pensamiento de forma invasiva y sin que nada
podamos hacer al respecto.

Nuestro psiquismo, frente a lo traumático, no relega al pasado nada de lo que hizo que un suceso lo fuera, y lo trae al presente, no como un recuerdo, sino como vivencia, es decir, como presente, y así es experimentado y vivido.

Además, lo traumático, anula la capacidad de hacer proyectos, y por lo tanto, incide en lo futuro de forma definitiva,
sustituyendo nuestros planes, por un estancamiento en el ahora mismo, a consecuencia de un acontecimiento ya pretérito.

Nos paraliza en un presente estático, sin resolución de avance.