Una persona… varias caras.
Sabemos que cualquier persona usa de imágenes varias, que ofrece al otro o los otros para hacerse deseable. Pero importa destacar el hecho de que la provocación del deseo en ese o esos otros se hace a través del único medio posible:: la expresión. Y con la expresión se aspira a provocar el deseo en sus variadas formas: erótica, estética, moral y/o intelectual, por parte del sujeto que se expresa, o mediante cualquier tipo de “maquillaje”, que es una forma más de hacer de sujeto, y de hacerse visible de una forma determinada y que es la que para la ocasión deseamos hacer ver.
En su relación, la persona, puede utilizar o no de estos maquillajes. El maquillaje es un modo de sobre-expresión. Por maquillaje se entiende habitualmente la mejora de la imagen estético-erótica. Pero su acepción, debe extenderse a otras formas posibles de sobre-expresión del sujeto en el conjunto de la parte observable del mismo: así, podemos hablar del “maquillaje de «santo”, “de sabio”, “de artista”, “de valiente”, “de bueno”, etc., es decir, a la sobre-expresión de imágenes morales e intelectuales. El maquillaje, como intento de mejora de la imagen de uno mismo, demuestra que el sujeto tiene, en primer lugar, una teoría de sí mismo, que ha de usar para la actuación en la realidad (es decir, para esa ocasión concreta), y, en segundo lugar, una teoría de la realidad, merced a la cual pretende la obtención de lo que busca o demanda; y desde luego, y en tercer lugar, otra, de segundo orden, constituida por la teoría acerca de la teoría que los demás tienen de él. Precisamente, la estrategia de obtención del fin que se propone cuando interactúa con otro u otros, comienza por la adopción de una actitud por parte de la persona derivada de la hipótesis acerca de la teoría que los demás tienen de él. En pocas palabras, el sujeto, la persona en sí, “se presenta ante el otro, como imagina que el otro le supone”.
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