Dentro de las distintas corrientes psicológicas, como en cualquier disciplina, uno se encuentra con sutiles diferencias teóricas entre sus representantes y como no, entre sus seguidores. Sin embargo, une a todos, de común manera, su enfoque ambientalista, constituyéndose en anti-cartesiano por cuanto critica la división de esas dos sustancias desde el inicio de los tiempos clásicas e irreconciliables – pensamiento y materia – heredera de la separación teológica entre alma y cuerpo, y desiste del protagonismo que pueda tener en la patología mental los fenómenos intrapsíquicos con los que se intenta explicar el proceso de enfermar como algo principalmente interno.
Afirmamos, desde esta forma de pensamiento, que el paciente no enferma solo, esto es, la enfermedad no surge espontáneamente desde sí mismo sin que exista un por qué por fuera de él y que constituye –casi siempre- la clave de lo que ahora le sucede.
El ser humano se “trastorna” entrando en sufrimiento, pero lo hace dentro de unos determinados contextos y situaciones en los que está, y de muy distintos aires: familiares, laborales, sociales… Enferma él, no cabe duda, pero en él están todos y todo lo que le envuelve y ronda; ni aislado ni en un deshabitado circundante que carezca de los oasis que representa lo que le acompaña: todo lo que está a su lado, está en él, y desde aquí, precisamente, la enfermedad le sobreviene.
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