Terapia y paciente, constituyen desde su inicio un encuentro terapéutico.
Paciente y terapeuta necesitan crear un espacio relacional (intersubjetivo si queremos) en el que el paciente pueda llegar a pensar y sentir aquello que no le  fue posible en otras relaciones previas.

La Teoría de los Sistemas Intersubjetivos, entiende la práctica analítica como el intento de dialogo de dos personas que se unen para comprender la organización de la experiencia emocional de una de ellas –el paciente- a través de otorgarle sentido conjuntamente. En lugar de entrar y sumergirnos en la experiencia del otro, nos unimos al otro en el espacio intersubjetivo. Joan Coderch, en una intervención muy precisa respecto de un caso de un paciente suyo con ideas suicidas y referido por él mismo en el encuentro con D. Orange, lo relató con simplicidad y agudeza envidiables: ¿Qué puede usted hacer con esto que me pasa? preguntaba el paciente… “Yo lo que te puedo ofrecer – le decía Coderch –  es dialogar y  sufrir contigo”.

De aquí que trasferencia y contratrasferencia, se conviertan desde este modelo en co-trasferencia: algo mutuamente constituido de influencia recíproca, porque no debemos de olvidar que dentro de cualquier campo intersubjetivo, hay dos mundos subjetivos que están continuamente auto-revelándose e intentando ocultarse, mostrándose y tapándose jugando a construir algo nuevo.

Así cada pareja analítica, constituye un campo intersubjetivo particular que debe encontrar su proceso y su propio encuadre, sus reglas y límites, que se ajuste a un funcionamiento sintónico entre ambos. No hay reglas válidas para todos los casos ni pautas técnicas a seguir por defecto, pues cada encuentro entre paciente y analista es un campo intersubjetivo único, no proclive a la técnica sino, como proponía Winnicott, a la práctica creativa.

De este modo, el foco observacional/participativo está constituido realmente por el campo psicológico en evolución, constituido por el inter-juego entre los mundos experienciales, únicos e irrepetibles,  con organizaciones diferentes del paciente y del analista, pero que juntos,  co-crean  un “nuevo relacional” hospitalario,  que no puede ser comprendido por separado… Riera, lo define bien en sus textos, cuando nos recuerda que “los humanos estamos diseñados para regular nuestras emociones a través de las relaciones”… y nos ofrece una visión de cómo en el encuentro terapéutico,  paciente y terapeuta necesitan crear un espacio relacional (intersubjetivo si queremos) en el que el paciente pueda llegar a pensar y sentir aquello que no le  fue posible en otras relaciones previas.