Todos necesitamos que alguien nos acompañe,

que esté cerca, que nos escuche, que nos diga…

 Pero alguien no es uno cualquiera.

No nos es indiferente,

y dar con él, o con ella, resulta decisivo.

 Tal vez se trate más de una capacidad de atender,

de escuchar, de estar abierto y dispuesto,

no sólo a recibir,

sino a entregarse también, a darse.

 Dejar hablar, no es un simple gesto de permisividad,

es un acto de reconocimiento.

Exige para quien escucha atención y respeto,

entre otras más condiciones, ajenas y propias.

Tiene escrito  Ángel Gabilondo, que  “Hay que hablar…

porque  hablar es un acto de generosidad.

«Hablar con alguien es quererle”.