Todos nacemos en una clase de organización social que se nos presenta acontecida de antemano, y tenemos que adaptarnos (en cierta forma) a ella (cultura, valores, prejuicios, creencias…) esto es, a un mundo de indudable complejidad. No obstante, todo eso que de alguna forma le es impuesto al ser humano desde el inicio de su vida, y que constituyen las primeras experiencias de la persona que se es,  sólo son importantes cuando se materializan en un modo particular de vivirlas,  o lo que es lo mismo,  cuando la persona (el sujeto) transforma esas experiencias en los significados que para él tuvieron.

Conviene no olvidar que, todo aquello  que tiene un significado “para mí”, es  resultante de una suma de significados: por una parte del significado que aquello significa para los otros y que me ha sido trasmitido, y por otra, de aquello que, tras reflexión,  significa para mí mismo, y que, naturalmente, está teñido, si se prefiere influido, por lo que me transmitieron.