Siguiendo al profesor Carlos Rodríguez Sutil, es ya tópico el comentario, en diferentes foros profesionales, de que la mayoría de los pacientes que acuden hoy en día a consulta reportan muy pocos síntomas.

De lo que sí se quejan, en cambio, es de problemas de relación.

Aquellas histerias con multitud de síntomas de conversión, capaces de reproducir los ataques epileptoides con todo lujo de detalles. Pero hasta las manifestaciones más francas de la neurosis obsesiva se puede decir que están en recesión.

Entre los síntomas aislados, motivo de consulta, predominan los estados de ánimo de risteza, ira y diferentes formas de ansiedad.

Pero cada vez más se acude por problemas vitales, dificultades de adaptación, de pareja, tensiones y temores en los que se descubre una implicación total de la persona, de su manera peculiar de ser y estar en el mundo.

Es decir, de su personalidad o carácter.

Es difícil, por tanto, imaginar un concepto de mayor importancia cotidiana en nuestro trabajo.

El trastorno de carácter o de personalidad, es ubicado de costumbre entre las neurosis y las psicosis, y con las llamadas, en sentido lato, «estructuras límite».

Sin embargo, no hay que incurrir en el error de creer que «la personalidad» sea un diagnóstico más,  que puede atribuirse o no y que, incluso, puede abarcar más de una de las categorías establecidas, siempre que se cumplan ciertos criterios.

Frente a eso debemos objetar que todos tenemos una personalidad, más o menos normal o patológica, y sólo una, aunque no encaje de manera estricta en ninguno de los prototipos establecidos.

Como ya sugirió Winnicott ,es dudoso que exista algún análisis que no sea «análisis de carácter».

También advierte que los trastornos de carácter son muy variados.